Etimológicamente, el nombre deriva de dos vocablos griegos: Girurguiki (cirugía, mano, obra) y plástikos (moldear). El término moderno se inició con la publicación de la obra de Desault en 1798, pero fue Edmund Zeis quien lo popularizó en Handbuch der Plastichen Chirurgie, en 1838.

Etimológicamente, el nombre deriva de dos vocablos griegos: Girurguiki (cirugía, mano , obra) y plástikos (moldear). El término moderno se inició con la publicación de la obra de Desault en 1798, pero fue Edmund Zeis quien lo popularizó en su obra Handbuch der Plastichen Chirurgie, en 1838.

Desde un punto de vista médico-legal, la especialidad se denomina Cirugía Plástica, Reparadora y Estética aunque, comúnmente, empleamos sólo el término Cirugía Plástica. Para ser especialista en esta disciplina se exige la titulación en Médicina y Cirugía y un periodo de cinco años como médico residente en un hospital acreditado por la Comisión Docente Nacional.

En resumen, la Cirugía Plástica es una rama dentro de la cirugía, encargada de la reparación de deformidades y corrección de defectos funcionales y la Estética es una parte de esta especialidad.

El cirujano plástico se define como el gran anatomista, pues su campo abarca el tratamiento de regiones tan dispares como la mano, la cara, el abdomen, la mama… y enfermedades y lesiones como quemaduras, infecciones, fracturas faciales, defectos congénitos, etc. Emplea técnicas comunes a diferentes especialidades como cirugía general, otorrinolaringología, cirugía maxilofacial, traumatología y dermatología.

La cirugía Plástica en la historia

Desde un punto de vista histórico encontramos referencias a fórmulas cosméticas en documentos tan antiguos como el papiro de Ebers (3500 a.C). En el papiro de Edwin Smith (2200 a.C) se describen intervenciones quirúrgicas y lesiones traumáticas.

En el 1800 a.C el código de Hammurabi recoge los honorarios quirúrgicos por una intervención sobre los párpados correctamente realizada.

Arqueólogos alemanes han descubierto que ya en el 1500 a.C, los egipcios, utilizaban prótesis con carácter estético, concretamente una prótesis de dedo fabricada en madera y sujeta con una banda de cuero.

Sushruta , en la India (600 a.C) describe con precisión reconstrucciones nasales (sushruta Shamita, describe una técnica de disección y enumera trescientos huesos en el cuerpo humano, aproximándose a los trescientos setenta aceptados en la actualidad).

En esta época la nariz era signo de distinción y respeto, a los ladrones y adulteros se les amputaba como estigma de su falta, por lo que existían muchos pacientes para este tipo de intervenciones. Estos delicados trabajos eran realizados en aquella época por los alfareros (koomas) que transportaban piel de la zona frontal a la nasal para reconstruir el defecto. Todos estos conocimientos llegaron hasta Roma a través de persas y árabes.

Tanto Celso como Galeno (médico griego emigrado a Roma (S. I-II) realizaron grandes avances para la medicina en general, aunque con ciertos matices mágicos.

Como dato anecdótico, el emperador Justiniano II (700 d.C) fue sometido a una reconstrucción nasal exitosa. Tras la caída del Imperio Romano de Occidente se perdieron esos conocimientos.

La Edad Media supuso una época de oscurantismo en todos los campos del saber. El Papa Inocencio III prohibió las prácticas quirúrgicas y su práctica quedó relegada a los cirujanos inferiores. Curiosamente, fue la cultura islámica la que mantuvo y desarrolló durante esa época la cirugía. Abulcasis, en el siglo XI, escribió, cerca de Córdoba, su obra al-Tasrif, con numerosas aportaciones al arte quirúrgico.

En 1414, Teodorico de Locca introdujo la idea de la limpieza cuidadosa de las heridas (utilizando compresas empapadas en vino) contraponiéndolo a las enseñanzas de Galeno quien creía que el pus era fundamental para la curación.

El Renacimiento traería figuras trascendentales como Vesalio, Tagliacozzi, Branca… En esa época, proliferaron la sífilis y la lepra provocando grandes deformidades que fue preciso tratar.

La familia Branca, Sicilia siglo XV, diseñó el arte de transplantar piel del brazo para reconstruir la cara, evitando las cicatrices frontales que ocasionaba el método indio.

Gaspare Tagliacozzi (1545-1599), en Bolonia, publicó “De Curtorum Chirurgia per Inditionem”, describió con minuciosidad el colgajo utilizado por Branca, pero fue atacado ferozmente por los teólogos de la época y acusado de interponerse en la obra de Dios atribuyéndose sus éxitos a la intervención diabólica. Vilipendiado, su obra fue abandonada hasta el siglo XVIII.

En el siglo XIX, surgió una nueva práctica que ha llegado a la actualidad y que se ha convertido en rutinaria: el injerto de piel. Consiste en llevar finas capas cutáneas, que luego curan por sí mismas, a otras zonas desprovistas de cubierta cutánea que no pueden curar. Baronio, en Italia, lo realizó sobre modelos animales, ovejas, pero fue Sir Asley Cooper quien documentó el primer injerto humano utilizando la piel de un pulgar amputado para curar otro dedo.

Como hemos visto, la historia de la Cirugía Plástica está íntimamente ligada a la reconstrucción nasal, pero no sería hasta el siglo XIX cuando estas técnicas empezarían a usarse en otras áreas anatómicas.

El inicio de la Primera Guerra Mundial marcó el inicio de la cirugía plástica moderna. El empleo masivo de bombas y armas de fuego produjo un elevado número de pacientes con heridas complejas, amputaciones, fracturas faciales y quemaduras. Harold D. Gillies fue un otorrinolaringólogo destinado a un hospital en Rouen, Francia. La amistad con un dentista americano, Roberts, le hizo viajar a Paris donde desarrolló un centro hospitalario para soldados británicos y aliados. Muchos oficiales acudieron desde diferentes partes del mundo para iniciarse en la práctica de la cirugía de reconstrucción. Se realizaron allí las primeras fijaciones de fragmentos óseos previos al cierre de heridas. Cuando Estados Unidos entró en Guerra (1917) se organizaron secciones quirúrgicas especializadas en catástrofes militares y, cuando finalizó la contienda, varios especialistas se consagraron como expertos en cirugía plástica: Gillies en Inglaterra, Morestin en Francia, Lixer y Lindemann en Alemania.

En el periodo de entreguerras nació una nueva rama de la especialidad: la cirugía estética

Joseph, traumatólogo berlinés, tras la insistencia de un paciente, practicó la primera rinoplastia moderna. Esta primera rinoplastia dejaba una gran cicatriz en el dorso que se veía compensada por la eliminación de la giba. Pero este cirujano no sólo inició la moderna rinoplastia, sino que también diseñó un instrumental quirúrgico que perdura en nuestros días.

Finochietto, en 1920, creó el primer dermatomo con capacidad de calibración, instrumento utilizado para extraer los injertos cutáneos.

En España el verdadero desarrollo de la especialidad se produce a partir de la Guerra Civil, al no participar nuestro país en la Guerra Mundial.

Existen algunos antecedentes, como el de Francisco de Arceo, que describen la rinoplastia. Daza Chacón participó en la batalla de Lepanto, con Don Juan de Austria, que utilizó el tratamiento seco de las heridas frente a la escuela del pus loable, seguidora de las instrucciones de Galeno.

El cirujano catalán Pere Gabarró desarrolló su labor quirúrgica en el bando republicado. Posteriormente, viajó a Londres para ingresar en la escuela de Gillies y regresó a España al finalizar la Segunda Guerra Mundial.

En 1938, Isaac Sáenz de la Calzada publicó su obra Cirugía y Restauración Maxilofacial de Guerra.

Seehan, renombrado cirujano plástico, que había visitado España con una invitación del Rey Alfonso XIII, regresó en 1938 para impartir un curso y fomentar el contacto entre cirujanos españoles y americanos.

El primer Servicio de Cirugía Plástica fue creado en el ámbito militar, en el Hospital Gómez Ulla, de donde saldrían destacadas figuras como Quetglas, del Pino y Mirabet.

Destacó un joven médico, el Dr. Jaime Planas que aportó numerosos conocimientos que consolidaron la base de la moderna Cirugía Plástica y Estética.

En 1960, la Seguridad Social creó los Servicios Nacionales de Cirugía Plástica y, posteriormente, el Centro de Quemados de la Ciudad Sanitaria La Paz.

El futuro de la Cirugía Plástica

En la última década, hemos asistido a una auténtica revolución en medios y materiales. Se han generalizado las novedosas técnicas de microcirugía que permiten el reimplante de miembros, los transplantes directos de tejidos de una zona a otra diferente, sin necesidad de una unión a la zona donante. En la actualidad, se están realizando transplantes faciales o de mano, de donante cadáver, con un prometedor futuro ligado íntimamente al desarrollo de nuevos inmunosupresores.

La aparición del láser ha supuesto un avance en la parte estética, podemos realizar quemaduras controladas micra a micra para provocar un resurfacing o la eliminación de cicatrices o lesiones cutáneas. Según la afinidad, o tipo de láser, actuamos sobre las diferentes partes de la piel y sus anejos.

Los nuevos materiales implantables, con un elevado margen de bioseguridad, permiten corregir deformidades y secuelas sin tener que pasar por un quirófano.

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